¿POR QUÉ DEFENDER LA VERDAD Y LA MEMORIA?
Cinco organizaciones de víctimas que se han organizado en medio del dolor y la rabia comparten sus razones para seguir militando la verdad y la memoria.
El Comité de Familiares de Presos Políticos, desde su formación empezó a denunciar y documentar la violacion a los derechos humanos. Durante el estallido social, vimos centenares de muertos, heridos, desaparecidos y encarcelados. Graves violaciones a los derechos ciudadanos.
Las detenciones ilegales y arbitrarias con métodos o mecanismos de torturas eran una barbarie. Los tratos crueles e inhumanos nos llevaron a tomar fuerzas sin temor alguno y volvernos defensores de derechos humanos. Éramos las madres, esposas, hermanas, hijas de aquellos que fueron y siguen siendo apresados injustamente. Era latente el reclamo de las víctimas, familiares y sociedad civil; ante toda la crisis que se dio y que aún vivimos.
Somos una organización comprometida de seguir trabajando de la mano de las víctimas, mano amiga, solidaria, empática con un fuerte calor humano y en donde nos sentimos en familia y con plena confianza.
Todos estamos seguros de que UNIDOS alcanzaremos el objetivo deseado: LA LIBERTAD Y DEMOCRACIA DE NUESTRO PAÍS.
En nuestra Constitución Política reconocemos los derechos individuales que deben ser garantizados y protegidos por el Estado, y desde 2018 es el mismo Estado quien gravemente los viola:
- Derecho a la Vida
- Derecho a la Integridad
- Derecho a la Privacidad y Dignidad
- Derecho a la Libertad Personal
- Libertad de expresión
- Libertad de Opinión
- Libertad de Movilización
El Estado de Nicaragua lejos de garantizar el derecho de acceso a la Verdad, Justicia y Reparación para las víctimas, aumentó la cantidad de víctimas mortales a través de asesinatos en las comunidades rurales.
Buscamos y exigimos al Estado que restituya de manera inmediata e incondicional el pleno ejercicio de los derechos fundamentales de los y las nicaragüenses, contenidos en el Título IV de nuestra Constitución Política entre los artículos 23 al 91 de la Carta Superior de la nación, los que han sido violados, vulnerados, limitados y negados en los últimos 3 años.
El Grupo de Reflexión de Excarcelados Políticos (GREX), como organización de Excarcelados Políticos está absolutamente claro que no es posible olvidar los terribles asesinatos y diversos desmanes realizados por la Dictadura de los Ortega Murillo en los últimos 15 años.
Más aún es también importante la reconstrucción de nuestra visión histórica, la que lamentablemente ha estado plagada de versiones partidistas, falsas, maniqueas y es en muchos casos, una versión panfletaria de propaganda del grupo de poder o del Partido Político, que en ese momento histórico financió y pagó los trabajos del supuesto historiador.
Esto nos deja claro, que la historia como ciencia, profesional y que incorpore la visión de los distintos sectores que la vivieron y la interpretaron o la contaron, adolece de muchísimas debilidades y distorsiones hasta la actualidad.
Los Políticos que han incursionado en lo que llamamos Historia, muchos de ellos sin ética y escrúpulos, han tergiversado y ocultado la verdad histórica para contar una visión de conveniencia para satisfacer al grupo de poder que los ha financiado o empleado. Pero la visión hacia atrás de largo plazo es un proceso que nos llevará muchos años y que solo en un contexto de libertad de pensamiento y democracia es posible ir poco a poco desentrañando una visión profesional de la Historia de Nicaragua.
Es un enorme reto para las generaciones actuales, adentrarse en el análisis histórico de Nicaragua y lograr interpretar los hechos dolorosos, tristes y heroicos que vivimos en Nicaragua entera desde la Rebelión de Abril del 2018 como los efectos de un proceso de comportamientos repetitivos tradicionales, antidemocráticos, en los que los nicaragüenses de distintas generaciones, unos por supuesto con mayor responsabilidad que otros hemos sido tolerantes y a veces hasta promotores del caudillismo, el culto a la personalidad, la tolerancia a las prácticas corruptas, al abuso y centralización del poder, la violación y el desprecio a la ley, considerándolos como fenómenos y prácticas de las que no podemos escapar.
Abril del 2018, es una muestra espontánea del hartazgo del pueblo de Nicaragua y de su juventud, de todas estas situaciones en las que lo poco de democracia representativa, que vivió algunos años las juventudes del presente y la sociedad entera, involucionó hacia las experiencias más tristes y oscuras de nuestra historia. El Gobierno de Ortega Murillo, de manera consciente montó su sistema de dominación, sobre la base de un pragmatismo perverso que estimuló las prácticas más atrasadas de la cultura política nicaragüense. La Corrupción fue llevada a un pedestal, para fijar en la mente del nicaragüense que ¡El que no roba es pendejo! Y mostró a la sociedad entera como un sector minoritario del orteguismo se dedicó al enriquecimiento ilícito, dejando muy atrás las prácticas corruptas del alemanisco somocista.
La Corrupción mezclada con las prácticas autoritarias y dictatoriales, que desbarataron organizaciones, medios de comunicación, eliminó el derecho a la protesta, desnaturalizó a la inmensa mayoría de sindicatos, aplicó las leyes a su gusto y antojo, terminó de demoler el sistema judicial, electoral y en general cualquier intento de respeto a la ley y a la institucionalidad, distorsionó el rol de la Policía y del Ejército reeditando la tradicional práctica política de que las fuerzas armadas en Nicaragua, repetitivamente, siempre han terminado teniendo un dueño, una familia o un Partido.
Pero no podemos cambiar todo de un solo tajo, no porque no haya un sector que si queremos, sino porque son prácticas enraizadas en nuestro comportamiento cultural y que debemos enfrentar con mecanismos holísticos, que incluyan procesos de educación y reeducación de corto, mediano y largo plazo, es necesario partir de lo que tenemos aún fresco, la sangre de nuestros hermanos asesinados, las torturas físicas y psicológicas practicadas en las cárceles de Nicaragua, el dolor del exilio forzoso, las expulsiones de decenas de estudiantes universitarios, la violación de la Autonomía Universitaria a niveles inimaginables, es necesario que todas las organizaciones nos empoderemos y tomemos cartas en el asunto, para desarrollar y construir la capacidad de presión, incidencia, persuasión que nos permita que la impunidad, que ha alimentado y reproducido estas prácticas, no se burle del llanto y dolor de todos. No son, ni serán los gobiernos, somos los que estamos conscientes de estos problemas, los que debemos impulsar un conjunto de acciones y prácticas que nos lleven a comenzar a cerrar ese ciclo de olvido, de indiferencia que tradicionalmente se propaga cuando el tiempo pasa. Solo un pueblo consciente y empoderado a través de sus organizaciones, fuertes y consolidadas será capaz de romper el ciclo, con justicia, reparación y búsqueda de la verdad profunda de lo sucedido en los últimos tres años y más atrás, mucho atrás.
La memoria y la historia, juntas son un valiosísimo instrumento para no perder la visión y nuestros objetivos, de justicia, democracia, verdad, reparación y no repetición. Si no lo hacemos podemos perder el rumbo y quedarnos a medio camino.
Desde el GSPU (Grupo Secuestrados Políticos Unidos) consideramos que la VERDAD Y LA MEMORIA en la lucha por alcanzar la liberación de nuestros PRESOS POLÍTICOS es de suma importancia porque la búsqueda de la Verdad permite identificar a todos aquellos que valiéndose de sus cargos cometieron múltiples violaciones a los Derechos Humanos de los Nicaragüenses que solo por pensar diferente han sido asediados y amenazados de muerte, otros secuestrados, torturados y acusados de múltiples delitos tales como terrorismo, tráfico de armas, posesión de drogas y estupefacientes, violaciones, robo agravado, obstrucción de la vía pública, etc. Y ya no digamos los más de 300 hermanos asesinados.
Para todo esto el régimen ha hecho uso de policías, ejército, paramilitares y los ya reconocidos CPC en los barrios quienes también asedian a los familiares de los Presos Políticos, todo con el objetivo de inhibir cualquier acción de protesta social.
Han cercenado nuestro derecho a la libre movilización, y con el apoyo de las diferentes Instituciones han elaborado leyes que con la aplanadora del oficialismo en la Asamblea Nacional han sido aprobadas, queriendo conducir con ellos a la población Nicaragüense a un estallido social o en su defecto condicionar las acciones de la oposición y sociedad civil, y manteniendo a nuestros excarcelados políticos en un estado de indefensión absoluta, lo que ha obligado a muchos de ellos a exiliarse o quedarse en el país viviendo en la clandestinidad, pasando miles de penurias y lo más doloroso separados de sus padres, esposas e hijos quienes también soportan el asedio de manera constante.
Con los registros recopilados por la CIDH se logra establecer que el régimen ha privado de libertad a 1614 personas por su participación o apoyo a las diferentes manifestaciones sociales y pacíficas desde abril del 2018.
Esto se asocia con lo descrito en el informe de la CIDH, donde se analizan las graves condiciones a las que han estado sometidos las y los Presos Políticos, tanto en las instalaciones de las diferentes delegaciones de la Policía Nacional, como en los distintos Sistemas Penitenciarios donde se ha logrado constatar el tratamiento hacia las víctimas como objeto de intercambio y negociación con la finalidad de mantener en incertidumbre y angustia a sus familiares.
Actualmente, nuestro Grupo representa a 23 Presos Políticos (entre estos una mujer), quienes han sufrido tortura, humillaciones, se les ha negado el derecho a recibir atención médica especializada como es el caso de un PP que tiene su brazo dislocado, otro que tiene cáncer y otros que padecen de diabetes, presión arterial alta y ceguera producto del confinamiento por más de 4 años en las celdas del infiernillo en la Modelo.
La verdad y la memoria deben de documentarse y trabajarse en una base de datos donde las víctimas puedan plasmar la identidad de sus victimarios, lugar, fecha y hora de cómo sucedieron los hechos; lo que permitirá elevar la denuncia ante una Corte Internacional de Justicia y en un futuro cambio de gobierno, ante la Justicia Nacional para exigir que sus victimarios sean procesados, enjuiciados y condenados, de igual forma para la reparación de los daños psicológicos, emocionales y físicos; lo que servirá también para sentar las bases de una Ley Creadora de No Repetición de hechos tan abominables para la humanidad.
El protagonismo de nuestras vidas ha sido arrebatado por la dictadura sistemáticamente, el Estado lejos de protegernos ha impuesto un Estado policial que nos niega el derecho a la protección, a la justicia, los derechos a la salud, a la libre circulación y movilización, al respeto a nuestro cuerpo, el derecho al trabajo, entre otras formas de represión que utiliza para someternos.
Una vez que somos víctimas directas de la represión nuestra lucha pasa a un plano íntimo, nos vienen a la cabeza si debemos contar todas las humillaciones que recibimos porque sentimos vergüenza y miedo, pensamos si nos van a creer, y tenemos la película de lo vivido rodando frecuentemente en nuestras mentes y muchas veces llega a paralizarnos en todos los aspectos de nuestra vida. Nuestras familias sufren la estigmatización y las secuelas psicológicas, físicas y materiales de nuestra situación, hemos sido separados involuntariamente de la sociedad y de su cotidianidad.
De forma tal que aunque estemos fuera de la cárcel, que nuestras lesiones provocadas por proyectiles de la dictadura vayan sanando, hayamos encontrado una forma de superar el desempleo y en el exilio encontremos un medio de vida, y rompamos nuestra inmovilidad navegando en las redes sociales, hayamos formado esta organización, no somos los mismos de antes, somos seres fraccionados en miles de partes que necesitamos reconstruirnos para volver a integrarnos a la sociedad.
Ansiosamente buscamos nuestro espacio en la lucha contra la dictadura y no la encontramos, no comprendemos el juego de la política y sus tiempos mientras nuestra vida pasa sin sentido.
En esta búsqueda constante anhelamos dejar atrás todo lo vivido, los recuerdos van desapareciendo y solo nos va quedando la impotencia, la desesperanza ante la impunidad, muchas veces pensamos si vale la pena seguir viviendo en esta incertidumbre donde hemos perdido nuestro valor como ciudadano y nuestro destino está en manos de los poderes fácticos algunos de los cuales son responsables de nuestra situación actual.
Frecuentemente pensamos ¿Cómo vamos a poder integrarnos a la sociedad si nosotros mismos no estamos integrados/completos como individuos? Si nosotros no encontramos nuestro lugar, si no encontramos empatía a nuestro dolor, y solo una solidaridad momentánea, como si nuestra vida se redujera al momento del evento represivo, muchos opositores nos tratan como un mal necesario, nos dicen que somos difíciles de entender, si para nosotros mismos es difícil entender y asimilar nuestra posición de víctimas, deseamos volver a tener el protagonismo de nuestras vidas, muchas veces queremos gritarlo esperando que nos escuchen y comprendan.
En esa búsqueda de nuestras partes fragmentadas hemos tomado conciencia que necesitamos empezar por el reconocimiento de nuestro dolor, un reconocimiento personal, superar el estado de negación y en eso es imperativo el conocimiento de la verdad.
¿Y qué es la verdad para nosotros? Es poder compartir y que sea reconocido socialmente nuestro dolor, es poder sacar ese ente que nos quita la respiración, nos aprieta el pecho y nos salta en las entrañas no dejándonos dormir. El reconocimiento de la verdad es parte de nuestra sanación. No podemos integrarnos a la sociedad sin sanar emocionalmente, volvernos a encontrar, no tener miedo, recuperar nuestro cuerpo, nuestro espacio en la familia y en la sociedad.
Si no hacemos ese proceso de sanación nuestro dolor nos va a transformar en otras personas, resentidas, dolidas, incomprendidas, capaces de buscar justicia por nuestra parte y volver a reproducir el ciclo de violencia que la impunidad y la falta de memoria han generado en nuestro pueblo.
Las víctimas necesitamos dar a conocer la verdad, construir desde nuestra memoria la memoria colectiva para encontrar la justicia, terminar con la impunidad, tenemos derecho a ser protagonistas de nuestra historia, a la reparación y ser parte de la construcción de una sociedad que no vuelva a repetir este dolor inmenso que invade nuestro cuerpo, nuestra mente y a la gran mayoría de los nicaragüenses.
Una verdadera memoria histórica para un cambio social
Los eventos trágicos y violentos han irrumpido en la historia de Nicaragua desde hace más de 50 años y se han adentrado en nuestra memoria, cultura y comportamiento. Tales ciclos de violencia se han perpetuado al no honrar la importancia que existe en la búsqueda de la verdad y el respeto a la memoria histórica, negando así, un alcance pleno de la justicia.
En abril 2018 se volvió a escribir en la memoria de nuestro pueblo un capítulo más de dolor y sufrimiento. Nicaragua vivió como respuesta a su resistencia y lucha por el cambio un sinnúmero de arbitrariedades, abusos y graves violaciones por algunas clases políticas y económicas dominantes que perpetúan su poder a través de un sistema corrupto y dictatorial.
En Nicaragua existen innumerables víctimas de guerras y conflictos pasados y presentes que aún no reciben justicia plena, ni reparación por todos los crímenes que se cometieron en su contra; estas víctimas replican estos ciclos de violencia apoyadas en este sistema que permite la impunidad. El régimen Ortega-Murillo es producto de todos esos años de falta de memoria histórica, negación de la verdad e impunidad en Nicaragua.
Un pueblo que desconoce su historia está destinado a repetirla
Quien escribe la historia en sistemas corruptos siempre ha sido el que abusa del poder e impone su verdad sobre la de los demás, pero si algo hemos aprendido de abril 2018 es que ninguna mentira se puede sostener por mucho tiempo.
Las lágrimas, el sufrimiento y el dolor de las torturas, el asedio, el exilio, el secuestro y los asesinatos que cometieron en nuestra contra no pueden ser borradas fácilmente porque representan la memoria de un pueblo con dignidad, un pueblo que no quiere seguir viviendo en miseria, dolor y pobreza producto de guerras, dictaduras y conflictos por intereses políticos de unos pocos.
Nunca hay que menospreciar el poder que existe en la memoria de un pueblo, es por eso que debemos ser nosotras las víctimas directas las protagonistas de la construcción de esa memoria que parta desde la búsqueda de la verdad, justicia plena, reparación integral y garantías de no repetición; siempre enfocada no en el drama político que alimente la mercadotecnia de alguna agrupación, si no con el fomento a los principios y objetivos de un plan de nación en el que se asuma la responsabilidad de una vez, se alcance la democracia y un verdadero cambio social para el país.
La búsqueda de la paz no puede partir del perdón y el olvido sin justicia, permitirnos el olvido es traicionar la memoria de todas aquellas personas que dieron su vida, su historia y todo lo que tenían por la lucha de un verdadero cambio en Nicaragua en el 2018 hasta la fecha. Sería traicionar nuestra historia como nación y como nicaragüenses que siguen en resistencia desde distintos espacios luchando por obtener justicia plena y que nunca más se cometan crímenes en contra del pueblo por parte de ningún gobierno.
Las personas ex presas políticas sostenemos el clamor de libertad de nuestro pueblo que gritan desde las cárceles nuestras hermanas y hermanos prisioneros políticos. No descansaremos hasta obtener una Nicaragua en democracia, con justicia y libertad.