Hoy soy más libre y siento que ahora vivo cada día profundamente mi vida
Aníbal Toruño, periodista propietario de Radio Darío.
Los acontecimientos de 2018 no marcan la lucha de Radio Darío, es la historia la que la marca.
La Radio la fundó mi papá en 1948, yo me integré a trabajar en 1988 cuando regresé a Nicaragua. En la Radio nos enfrentamos a la dictadura de Somoza y desde hace muchos años al régimen de Ortega. En 2008, después de que el FSLN se robara las elecciones municipales, donde yo había participado como jefe de campaña de un candidato opositor, nos destruyeron la Radio por tercera vez, los mismos que volvieron en 2018 para quemarla.
El 20 de abril de 2018 a las 6:30 PM intentaron volar la radio, con veinte galones de combustible entraron, botaron la puerta y luego le dejaron ir un mortero. La radio era una caldera, el techo que teníamos encima se fue con todo y la explosión. Era inmenso, había fuego por todos lados. No sabía lo que había pasado, estaba aturdido. Por segundos no supe ni dónde estaba, solamente había llamas por todos lados, era oscuro. Sentí al momento miedo de morir, pensé que ese era el final.
Estábamos 12 personas, incluyendo mi hija y mi sobrina. Nosotros pudimos salir por una puerta lateral a una casa vecina. La radio ardía en llamas y no podía localizar a 3 de nuestros trabajadores. Uno por temor apagó su teléfono y hasta después de 3 o 4 días pude localizarlo. El celador de la radio sufrió quemaduras terribles, tuvo que ser trasladado a Managua porque en el Hospital de León había mucha persecución a los opositores. Hay personas que estuvieron ese día ahí y que no volvieron a ser las mismas, la huella, el trauma y dolor han sido inmensos.
Cuando salimos a la casa vecina, escuchaba cantidad de ruidos afuera, para mí que todavía las turbas estaban ahí afuera que querían asesinarnos, pero en realidad era la gente que había llegado por cienes con botecitos, panitas y demás tratando de apagar el fuego.
Ese 20 de abril dije con fuerza que íbamos a seguir trabajando y luchando, que íbamos a seguir funcionado, pero no fue hasta el día siguiente que abrí mis ojos y me di cuenta que no había nada, que era más difícil de lo que yo pensaba. Entonces, creo que recapacité y volví a agruparme con 3 o 4 para ver cómo volvíamos, cómo regresábamos.
Desde antes de Abril en Radio Darío denunciábamos las arbitrariedades del gobierno de Ortega, pero lo del 2018 fue un regalo, fue una sorpresa, me caí de la silla. Lo que veía me parecía mentira. Guardo en mis memorias aquel recuerdo de jóvenes en medio de la calle sin protección alguna, disparando sus morteros, tratando de luchar, manteniendo sus barricadas, arriesgando sus vidas, defendiéndose únicamente con su pecho. Ese valor que tuvieron ellos, nunca lo he tenido yo.
También recuerdo cuando los muchachos pasaron por horas jalando el chayopalo de León, verlo caer fue impresionante, y aunque yo no jalé ni un pedacito me llena de orgullo recordar cómo lo hicieron, esa fue una respuesta a ese exceso de poder de Rosario Murillo.
Aunque no fue planificado, León fue una ciudad casi liberada. Eso nos dejó un recuerdo de lo que puede hacer la ciudadanía organizada. León fue la primera capital de la Revolución de 1979 en Nicaragua, esa Revolución que nos arrebataron, esa Revolución que se distorsionó, esa Revolución que se que se robó Daniel Ortega y aquellos que asumieron el poder en nombre de todos los nicaragüenses por una justicia social que nunca llegó.
Ellos piensan que Radio Darío o que los periodistas de la Radio somos culpables de lo que les está pasando y realmente somos apenas, creo yo, una pieza muy pequeña dentro de todo ese mundo que lucha por libertad de expresión de medios de comunicación, de sociedad, de mujeres, de jóvenes, de hombres que están ahí luchando por una nueva patria y una nueva nación.
Después de lo que le hicieron a la radio y a nuestro equipo me tuve que exiliar, porque me buscaban por todos lados, el exilio es una de las experiencias más duras y más difíciles, muchas veces lloré y quise agarrar un avión para volver. Cuando pensé que había acumulado mucha experiencia, mucho conocimiento, llegó esto. Me parece que me enriqueció, me fortaleció, me hizo sacar desde el interior de mi alma y mi corazón deseos para seguir luchando y deseos para no perder la cabeza ni la razón en medio de algo tan árido.
Decidí regresar del exilio y la primera vez que intenté volver a mi casa en León casi me matan.
A veces me siento cansado y agotado, pero creo que vale la pena reinventarse cada día, encontrar todos los días una luz, una esperanza, una razón para seguir hacia delante en un túnel que parece a veces no terminar, pero todo lo que empieza termina.
Después de todo lo que ha pasado, me he vuelto más espiritual, en este mundo tan materialista. A veces en la soledad de mi casa o de mi cuarto puedo disfrutar de cosas que había dejado de hacer porque andaba muy ocupado o porque no tenía tiempo. Me aliviané, boté cargas, boté cosas que eran tóxicas, hoy soy más libre y siento que ahora vivo cada día profundamente mi vida. La oración, mi familia, mis amistades y compartir mi sufrimiento con mis seres queridos me ha ayudado a enfrentar todo esto.
Creo que la mayor derrota de Daniel Ortega después del 2018 es tener una población que resiste y persevera , que no ha podido controlar. También creo que todas las personas ahora somos diferentes y que hemos logrado ser mejores seres humanos.
Para mí la resistencia es permanencia, es seguir haciendo patria, seguir haciendo nación, seguir avanzando al umbral que es donde comienza el otro camino, es donde comienza el otro gran desafío de Nicaragua: dejar de construir caudillos, dejar de construir dictadores y que nuestra sociedad cambie su manera de pensar. Hay que jugarle limpio a Nicaragua: con transparencia y con verdad.
Creo que tengo la resistencia que no creí que yo tenía.
Para mí la resistencia es reinventarnos para seguir luchando todos los días.